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jueves, 16 de enero de 2014

Pobres niños violentados

"Sacar Pañales"

Hoy, viene alguien y te dice que comenzarás a usar pañales. Tienes 30 años. Eso significa que de a poco o de manera brusca, alguien te entrenará para que tus cacas y pipís caigan en un pañal amarrado a tu cuerpo y camines por la vida con caca. Si estás preparado, lo harás rápido y recibirás una estrellita o un regalito. Pero cada vez que te quejes porque no estás acostumbrado recibirás la molestia de quien te quiere y “entrena”.
Raro.

Los pañales, así como el chupete, son algunas de las cosas que los seres humanos recién nacidos reciben de parte de sus padres, sin que lo soliciten. Los pañales nos han ahorrado tiempo y nos han hecho la vida más fácil. Sin duda, no es así para nuestro planeta y no estoy segura de que los lactantes sientan lo mismo. Dudo que les sea cómodo andar con caca y mojados, muchas veces con la piel irritada. Existen montones de sociedades donde los bebés no usan pañales y, al andar pegados al cuerpo de la madre, ella, bien sintonizada por la cercanía, logra detectar las necesidades de eliminación del cuerpo de su hijo y con sus brazos lo aleja para que pueda hacer pipí o caca. Claro, esto es imposible en nuestra sociedad apurada, sin tiempo, todos trabajando. Los niños con pañales. Ok.

Le ponemos los pañales y, de repente, le sacamos los pañales. Nosotros, los adultos, mandamos según nuestras necesidades o deseos. Ponemos, sacamos. Como si el ser humano que recién llega a la vida fuera una “cosa” a la que le imponemos nuestras necesidades. Arbitrariamente, sin preguntarle al hijo ni darnos un tiempo para investigar sobre el desarrollo del cerebro infantil, y obedeciendo mandatos antiguos o mandatos de instituciones, decidimos quitar los pañales…
“Porque cumplió dos años”.
“Porque llegó el verano”.
“Porque va a nacer su hermanito”.
“Porque mi amiga ya le sacó a su hijo y el mío es igual y más inteligente”.
“Porque sí”.
“Porque para ser aceptada en el jardín infantil y poder ir a trabajar, debo sacárselos”.
Las razones, por lo general, vienen desde fuera, desde otros.
Y el protagonista de la historia, nuestro hijo ¿qué dice?
Le dan lo mismo todas esas razones, simplemente porque él no ha decidido nada.
La mayoría de los niños está preparada cerca de los 3 años para controlar esfínter.
A mis hijos nunca les hablé de sacarles los pañales. Simplemente los observé y respetamos su proceso madurativo. Mi tercer hijo -del que tengo más frescos los recuerdos-, un día a eso de los dos años y ocho meses, se despertó y solo se sacó el pañal. “No máz pañal”. Listo, nunca más hubo pañal. Así de simple. Sin llantos, sin estrés por parte de nadie.
Cada niño tiene su ritmo de desarrollo, unos antes y otros después, lo que no es indicador de inteligencia. Muchos controlan esfínter y luego, frente a alguna situación que provoca cierta tensión, vuelven a mojarse. ¿Qué hacer? Ofrecer el pañal otra vez. Otros simplemente se asustan al ver lo que les sale por su cuerpo: nunca lo habían visto. Otros se sienten más contenidos y seguros con el pañal. Hay niños que simplemente no quieren que la nana o la tía del jardín (personas extrañas) les limpien su cuerpo. Cada niño es un mundo. Por lo tanto, si no está listo, no está listo.

Lo que me preocupa es que los adultos no logramos ver el impacto que tiene el forzar a un niño a controlar esfínter cuando no está preparado. Si logran ver la frase anterior, pueden cambiar ciertas palabras y resulta que nos encontramos con un acto abusivo. Hasta los 5 años, no se considera como enuresis hacerse pipí o encopresis hacerse caca. Por lo tanto, no hay problema si un niño usa pañales hasta esa edad. Puede gritar si quiere, pero esto no lo digo yo, lo dice la Academia Americana de Psiquiatría.

¿Cuál es el problema, entonces?
Muchos. Entre ellos, que los establecimientos “educacionales” para niños mayores de dos años NO aceptan a niños con pañales. Es decir, se discrimina a niños por algo que es absurdo.

TÚ USAS PAÑALES, ENTONCES NO ERES BIENVENIDO.
¿Por qué?

Porque una educadora de párvulos en compañía de una técnico para 35 preescolares es un imposible. La mamífera humana no está capacitada para hacerse cargo de tantos niños a la vez. ¿Cómo va a mudar a 35 preescolares? Esta situación es un abuso laboral y una negligencia en el cuidado de los niños. Pero como estamos acostumbrados no nos conmueve, no tenemos otra opción, es lo que hay, así es la vida… seguimos con las anteojeras puestas aunque el corazón se nos retuerza de dolor.

Entrenar a un niño para que controle lo que aún su cuerpo no puede controlar es un abuso. Es violento. Es una de esas violencias a las que estamos acostumbrados y que las vivimos como obvias. Implica no empalizar con el mundo interno de nuestro hijo, no respetar su desarrollo neurológico y pasar por encima de sus límites corporales. Luego, no comprendemos por qué andamos todos tan violentos.

Todo niño sano deja el chupete, los pañales, la cama de los padres, los brazos y el pecho cuando está listo para hacerlo. La mayoría cerca de los 4 o 5 años.

¿Recuerdan que antes se iba al colegio a los 7 años?
En los tiempos que vivimos respetamos las necesidades del mercado y pasamos por encima de las necesidades de nuestros niños. Para eso, están los libros de los genios vendedores de “técnicas” de entrenamiento que, en el fondo, lo que hacen es hacer entender a los niños que “deben” controlar sus deseos y necesidades para poder sobrevivir. El ser humano inteligente y adaptado obedece y comienzan las primeras sumisiones. Obvio, ¿no? Se instala el miedo y listo, ovejas sumisas, pero que guardan sus rabias y frustraciones. Mientras nuestros hijos se adaptan a sistemas sociales y económicos que no consideran los ritmos madurativos de los niños, nosotros, los padres, deseamos que nuestros hijos sean libres, sanos, seguros de sí mismos, inteligentes, amorosos y empáticos.

Leslie Power Labb

viernes, 3 de enero de 2014

Del puerperio y mi tribu

Días grises de julio, los días más fríos del año, frío afuera y frío adentro; el invierno más frío en Sao Paulo de los últimos 20 años, así empezó mi puerperio, en un frío infernal en las calles y un fuego que ardía en llamas en mi alma. 


Estaba preparada para recibirlo, no sabía de qué forma llegaría, pero sabía que era un encuentro obligatorio; no me tomó por sorpresa, ya Laura (1) me había puesto al tanto de este maravilloso encuentro con mi puerperio, conmigo misma, con mi propia sombra, con mis miedos, mis heridas y principalmente con mi oportunidad de liberar y romper la inercia, de conciliar el pasado para vivir el presente de forma consciente y construir el futuro. 

Ya le esperaba sentada en mi esquina mientras amamantaba a mi pequeño Santi, no me tomó por sorpresa, tanto le esperaba, que decidí recibirle con los brazos abiertos, las lágrimas brotando a toda hora, el cabello sucio de días, chorreando leche y la misma ropa oliendo a vomito de bebé. Porque las puérperas somos así, no hay glamour, ni lujo, ni somos sexys; la verdad es que no olemos bien, somos un paquete de lágrimas, mocos, leche, algunos trapos viejos y cómodos, más lágrimas y más leche. Algunas con menos suerte deben sumar a esto, algunas cicatrices, puntos, heridas, sangre, dolor y en muchas casos, heridas que no se ven, las heridas de un parto soñado que terminó frustrado por intervenciones médicas. 

Las puérperas somos así. 
O seré sólo yo?

Porque las puérperas somos así, no importa si somos primerizas o es nuestro segundo o cuarto hijo; estamos cansadas, sin dormir y muchas veces sin comer, tenemos miedo, queremos sentirnos sostenidas, queremos que nos abracen, nos cuiden, nos lean el pensamiento, se nos acerquen y otras veces queremos que nos dejen solas, que se larguen todos, que no haya ruido, queremos apenas escuchar la danza que se logra entre nuestra propia respiración y la respiración de nuestros pequeños. Porque somos así, tomamos en nuestros brazos a esos 3 o 4 kilitos de carne y huesos que le han dado revueltas a nuestra vida, preguntándonos qué tipo de madres seremos ( y ya lo somos), qué tipo de hijos vamos a criar y qué tipo de mundo les vamos a mostrar. (Seamos honestos, nuestros hijos ven el mundo a través de nuestros ojos, nosotros lo filtramos para ellos a través de nuestros propios juicios, pues vemos las cosas como nosotros somos, no como las cosas son.) 

Me pregunto por qué hablaremos tan poco de nuestros puerperios? Pareciera que son un sueño del que queremos despertar pronto y sin mencionarlo. Pareciera que queremos decir que no fue para tanto, que no fue tan grave, que pasamos un par de noches de baby-blues y que luego todo pasó. 

Que bien por ti si fue así.. Aunque de nuevo me pregunto, quién es esa que habla? 
No sé si mi puerperio fue mucho o muy poco, si fue leve o intenso, si fue corto o muy largo, (a pensar de haber escuchado a mi esposo preguntarme varias veces si lo mio no sería depresión posparto..!!!) (Consejo: NUNCA NUNCA bajo NINGUNA circunstancia NUNCA preguntes eso!!!) sólo sé que mi puerperio fue suficiente... 

Fue suficiente para escuchar mi niño interior, fue suficiente para conectar con mi instinto, para despertar a la Leona, a la loba que protege a su cría con uñas y dientes; fue suficiente para saber que quería cargar a mi cría pegada al cuerpo las 24 horas del día, suficiente para definir el tipo de madre que quería ser, para declarar a los cuatro vientos que mi hijo recibiría solo mi leche, leche de mi pecho, leche de mi alma, suficiente para enamorarme de este pequeño hombrecito, suficiente para conectarme con él, entender sus necesidades tan solo verle, suficiente para definir que a mi hijo no lo calmaría un pedazo de plástico en su boca; le calmaría yo, mi calor, mi olor, mi amor, mis pechos, mis brazos; suficiente para marcar el paso y el camino que quería recorrer como madre, no por arrogancia, ni porque crea que sé todo sobre maternidad, sino porque sé escuchar mi alma y serle fiel, y en eso sé que no me equivoco! Mi puerperio fue y sigue siendo un camino maravillo a través del cual me enamoré de Santi pero al mismo tiempo me disocié del resto del mundo. 

y por ello pueden llamarme loca. 

A diferencia de otras mamás para quienes su sombra se manifiesta al pensar que quizá que no serán buenas madres, o que se enojan con el bebé cuando están cansadas y no pueden entregarse y dar todo lo que tienen por miedo a no dejar nada para ellas mismas (suena familiar?), a mi me dió por sacar las uñas a todos los adultos a mi alrededor. Me sentía sola, a pensar de haber estado rodeada de mi familia durante las primeras semanas, cuestioné mi matrimonio, cuestioné a mi madre, a mi marido; al hombre del que antes hablé, cuestioné a la sociedad, a la historia, a Freud y a Estivil ( que me parece un imbécil) y a todas las madres con una opinión distinta a la mía. Me sentía sola, incomprendida, sentía que iba en contra de la corriente, de las voces del mundo, del sistema y a pensar de sentirme una super mamá por las decisiones que estaba tomando, había perdido todas las fuerzas como mujer, como hija, como ser humano, como adulto, como persona. 



Necesitaba dejar de sentirme así, salir de casa y buscarme otras mamás como yo, otras que estuviera a favor el apego, que cuestionaran el conductismo - el modernismo; quería saber qué pasaba con otras puerperas. 

Y llegué a Casa Moara. (www.casamoara.com.br)
Y encontré mi tribu.

Llegué al grupo de posparto de Casa Moara, decidida a no dejarme hundir, a no enconcharme en mi melancolía, a poder vivirla y hablarla; decidida a honrar mi melancolía, mi tristeza, mi dolor para crecer, para liberarme de todo lo que tuviera que ser liberado; a escuchar a otras puérperas, y a ser escuchada; un intento en querer ser comprendida, o al menos a ser sostenida. Quería confirmar que tenia la razón (parte Ego, parte testaruda que soy), quería encontrar una tribu, un grupo de otras locas como yo, enamoradas de sus partos, de sus embarazos, conectadas con sus cuerpos y sus almas; conectadas con el momento, con sus hijos; quería poderme expresar, con palabras, lagrimas o silencios, lo que estuviera disponible, quería saber que no estaba sola, que había otras como yo. 

Quería saber que había otras como yo que no estaban listas a salir a la calle, que había otras que no estaban aun disponibles para sus maridos, para estar perfectas, salir a cenar; que no estaban disponibles para nadie más. Otras como yo que sufrieran pensando en el regreso al trabajo, en los problemas de la adolescencia de nuestros recién paridos hijitos, quería encontrar otras que igual que yo se sintieran fuera de lugar, quisieran disociarse de la cultura, el sistema, las costumbres, lo consejos y los que dirán para escribir sus propias historias de crianza, sin los consejos (muchas veces absurdos) del populacho. 

Encontré eso y mucho más. 



Encontré mujeres maravillosas, mujeres que iguales, parecidas o diferentes a mi, estaban buscando sus propias respuestas, conociendo sus propias sombras y su luz; primerizas o experimentadas, compartíamos miedos, angustias, pero también logros y alegrías; hablamos de todo, de cómo duermen nuestros hijos y como comen, de cuando pudimos escaparnos 15 minuto de casa para hacernos un manicure por primera vez desde el parto y sobre como nuestros maridos la llevan con la crianza. Nos consolamos y reimos juntas; sin prejuicios, sin buscar tener la razón; todas aprendiendo una de la otra, compartiendo recetas de comida, dietas y trucos. 

Encontré mujeres maravillosas que hacían que cada semana pasara rápido para volvernos a encontrar cada viernes, tan sólo por dos horas; dos horas para hablar, para sentirnos super mamas y otras veces super lloronas; dos horas en las que podía sentirme con la mejor compañía que podía existir; donde descubrí que todo es normal y esta bien en el puerperio, que no necesita explicación, simplemente necesita ser vivido con intensidad. 





Encontré una tribu, un espacio en donde no me sentía rara, ni loca, ni sola, ni incomprendida, encontré la isla donde las mujeres mandan, donde todas somos leonas. Y Santino también encontró su primera tribu, aunque no la recuerde, yo estaré alli para contarle qué bien la hemos pasado! 

Y mi tribu me ayudó tanto, sin saberlo y quizá sin proponérsolo!! 

Y ahora, en medio del insomnio, extrañando a mi tribu, celebro haber encontrado una nueva tribu, una en versión online, en donde empiezo a encontrar nuevas mujeres maravillosas, iguales, parecidas o diferentes a mi, todas buscando sus propias respuestas, conociendo sus propias sombras y su luz... mamas que comparten y hablan de "cosas de wiros". 

Porque las puérperas somos así.. no importa si han pasado 50 días, como cuando llegué a Moara, o casi 6 meses; somos nómadas, vamos caminando en el sendero de la maternidad, avanzando y creciendo, aprendiendo en el camino y haciendo algunas paradas obligatorias cuando el lugar y el momento lo amerita, siempre con la oportunidad de volver y empezar de nuevo el camino, algunas veces solas y otras, qué mejor.. que en compañía de toda la tribu!!!!! 

(1) Laura Gutman, La Maternidad y el encuentro con la propia sombra. 

- No dejen de leer mi Relato de Parto 1!! -